domingo, 19 de agosto de 2012

Y los pájaros han empezado a ladrar




Hoy los pájaros han empezado a ladrar. Ladridos voladores sobre mi cabeza. Ladridos prendiendo el vuelo en un cielo seco de nubes descompuestas. Pájaros que son peces y ladran y se ahogan en este agosto infernal. Un terrible ardor que se extiende invisible desde las entrañas de la tierra hasta las alturas. Pájaros nuevos en una ciudad peligrosamente en calma. Densa. Pegajosa. En silencio. El ruido de un ventilador en una habitación cerrada. El sol que se escurre por el filtro de una persiana vieja y la deshace. Cae el sol. Y llueve en el ecuador del mundo. Ecuador que hoy ha viajado a Londres. Porque el ecuador viaja a dónde le place, que para eso es el ecuador, y el que marca el equilibrio de las cosas. Algunos creen que eso significa estar en el centro. Los ojos puestos en un balcón. Alerta máxima. Ola de calor. El cielo pesa. ¿Y si se cae?

Assange aparece como un pájaro y ladra desde su balcón-refugio. Aleteos perros. Presidente negro. Juez español. Clink clank clunk. Las gotas de agua de la libertad refrescan el aire. Palabras que mojan. Pensamiento, obra y omisión en el tendedero, aguantado por una pinza.

Dice mi abuela que el otro día vio gaviotas en una plaza cercana a su casa. Una plaza dónde solo hay palomas. Palomas que vuelan de un cable a otro a una cornisa de un edificio precario a un trozo de adoquín, y al mediodía vuelan siempre juntas, como una familia gitana. Dice que allí, en la plaza, junto a las palomas, vio por primera vez gaviotas. Nunca antes las había visto. Qué raro. ¿Qué harán tan lejos del mar? Ahora recuerda que sí, que eso ya lo vio antes. Una vez. Pero no allí, sino en otro lugar alejado del mar. ‘Fue cuando la guerra, primero ví una corría de estrellas, luego llegaron las gaviotas, y después la gente empezó a correr'.

‘¿Por qué trabajas tanto?, me dice. 'Diviértete, que la vida es corta’.

Y canta Cristina Rosenvinge: ‘Quien podría imaginar lo que nos iba a deparar un verano fatal… que llega el presidente y dice que nos va a salvar.. Y las gaviotas chillan que ya está cerca el final de un verano fatal’

...Voy a aprender a ladrar.

domingo, 29 de julio de 2012

Oliva y laurel



El jabón de manos que utilizo es de Alepo. Un souvenir de mi amiga ‘siria’ nacida en Catalunya. A veces era una postal, otras una cajita, lo último fue un jabón. El mismo jabón que usa su prima, su tía o la niña pequeña de su prima que viven en Alepo. Hace tres años que no las ve. En Barcelona es domingo y hace un calor infernal. Me lavo las manos con ese jabón de oliva y laurel, y me refresco la cara.

Dicen que es uno de los mejores del mundo. Leo que es especial para pieles sensibles, para pieles con problemas, que sirve de antiséptico, antiinflamatorio y antioxidante. Muchas propiedades. Leo también que tiene 2.000 de antigüedad y que durante las cruzadas se extendió por todo el Mediterráneo.

Puedo comprobar que la pastilla es muy resistente, lleva meses y meses en el baño y no parece desgastarse. Al contrario, se adhiere con fuerza a cualquier superficie blanca, ya sea cerámica o mármol, para no desaparecer. El jabón lucha contra el agua, es cansado, pero aún así no se rinde y reta a su destino. Recuerdo que llegó de Alepo majestuoso, radiante, con dignidad de rey. Pero fue sacarlo de su envoltorio y comenzar a sufrir calamidades. A veces adquiere forma de mártir, otras de vómito o náusea, siempre es un dolor en forma de jabón. Hoy se ha rebelado. Sin darme cuenta ha ocupado mi cavidad ocular y he comenzado a gritar. No podía pestañear ni abrir los párpados. Estaban pegados y luego todo era rojo y sangre en el blanco de mis ojos.

Gracias al agua, mi aliada, he podido recuperar la vista. Pero mi mirada ya era otra. Mi iris se ha transformado en verde oliva y laurel, y de repente solo pienso en la piel sensible de los sirios.

martes, 15 de mayo de 2012

Somos hojas al viento


15M. 2012. Carlos Fuentes ha muerto. François Hollande ha sido investido hoy presidente de Francia y casi le parte un rayo cuando alza el vuelo a Berlín (la venganza de Merkozy o lo que pasa cuando te metes en el corazón de la tormenta). Grecia, ingobernable, anuncia elecciones de nuevo. Mas lanza un tercer paquete de recortes. Personas con cartones y cacerolas recuerdan que, tal día como hoy, se despertaron con alas en una plaza llena de palomas. Y un señor sucio con dos carritos, alambre bajo el sobaco y una gorra roja, regalo de alguna entidad bancaria, lee un libro de la basura en el metro, mientras el vagón avanza hacia Hospital de Bellvitge. El libro dice: Del todo a la nada. Gira la página y habla de millones y números, y el señor sucio se deja los ojos en ese libro como si buscara metal. El libro habla de fútbol.

Mercat Nou. Mi parada. Me choco, me rozo con el hombre de los millones y los carritos llenos de basura y consigo salir antes de que cierren las puertas. Me rasco en el brazo y en el pelo. Me pica. Se ha levantado aire y pienso en la frase de hoy: “Somos hojas al viento y nos creemos viento”. Un hallazgo de facebook.

De repente entiendo muchas de las frases que mi abuela me ha dicho a lo largo de mi vida. ‘Yo solo quiero el viento que corra’. La frase tiene marco: la Guerra Civil. La guerra: ese lugar donde las mujeres, en las cunetas, daban a luz hijos al lado de mujeres muertas, y los colchones de lana estaban tendidos sobre cables de la luz. La guerra, según una niña de nueve años. La frase vuelve a mí y de repente entiendo lo que me quiso decir: ‘Yo soy una hoja’.

“Somos hojas al viento”.