15M. 2012. Carlos Fuentes ha muerto. François Hollande ha sido investido
hoy presidente de Francia y casi le parte un rayo cuando alza el vuelo a Berlín
(la venganza de Merkozy o lo que pasa cuando te metes en el corazón de la
tormenta). Grecia, ingobernable, anuncia elecciones de nuevo. Mas lanza un
tercer paquete de recortes. Personas con cartones y cacerolas recuerdan que,
tal día como hoy, se despertaron con alas en una plaza llena de palomas. Y un señor
sucio con dos carritos, alambre bajo el sobaco y una gorra roja, regalo de
alguna entidad bancaria, lee un libro de la basura en el metro, mientras el
vagón avanza hacia Hospital de Bellvitge. El libro dice: Del todo a la nada. Gira
la página y habla de millones y números, y el señor sucio se deja los ojos en
ese libro como si buscara metal. El libro habla de fútbol.
Mercat Nou. Mi parada. Me choco, me rozo con el hombre de los millones y los carritos
llenos de basura y consigo salir antes de que cierren las puertas. Me rasco en
el brazo y en el pelo. Me pica. Se ha levantado aire y pienso en la frase de
hoy: “Somos hojas al viento y nos creemos viento”. Un hallazgo de facebook.
De repente entiendo muchas de las frases que mi abuela me ha
dicho a lo largo de mi vida. ‘Yo solo quiero el viento que corra’. La frase
tiene marco: la Guerra Civil. La guerra: ese lugar donde las mujeres, en
las cunetas, daban a luz hijos al lado de mujeres muertas, y los colchones de
lana estaban tendidos sobre cables de la luz. La guerra, según una niña de nueve
años. La frase vuelve a mí y de repente entiendo lo que me quiso decir: ‘Yo soy
una hoja’.
“Somos hojas al viento”.